Introducción
La desconexión de la noción de estrés
postraumático de la teoría freudiana de
las neurosis privó, a la idea de trauma,
del andamiaje necesario para pensarlo
como herramienta clínicamente útil. El
criterio causal (acontecimiento traumático)
introducido a partir del DSM-III fue
correlativo de tendencias que retomaban un
empleo abusivo del término “trauma” y un
modo simplista de concebir la alienación.
Para arribar a esos resultados, además de
las luchas en el seno de la American Psychiatric
Association (APA), debemos reconocer la
existencia de razones histórico-políticas más
amplias. La base histórica que la concepción
de Freud había tenido en cuenta para
las elucidaciones surgidas a partir de las
llamadas neurosis traumáticas, por ejemplo,
fue cuantitativa y cualitativamente menor
que la considerada con posterioridad; el
Holocausto es un ejemplo decisivo. Para
la creación del trastorno postraumático se
reunió una casuística sumamente diversa,
procedente de víctimas del Holocausto, de
Hiroshima, de desastres civiles, de abuso
infantil y de ex combatientes de la guerra de Vietnam. En la actualidad, la expansión
del campo comprendido por lo traumático
desborda la clínica del caso y responde a
cuestiones histórico-sociales que, en sus
modos extremos, “llegan a la exaltación o al
populismo y evocan la tendencia imaginaria
de la ¡Víctima!”, según sostiene el argumento
de Pipol 71. Un empleo indiscriminado,
abusivo y generalizado de los términos
“traumas”, “víctimas” y “sobrevivientes” exige
volver a pensar la historia conceptual para
orientar nuestras interpretaciones presentes.
“Ya no creo en mi neurótica”:
malentendidos clínicos y políticos
A comienzos de los años 80, especialmente en
Estados Unidos, se producen investigaciones
que a la vez que reivindican la noción de
trauma, rechazan el contexto doctrinal de
Freud. El momento en que la noción de
trauma se separa del campo psicoanalítico y se
asocia con el estrés postraumático en el DSM
forma parte de una etapa de transferencia
negativa hacia el psicoanálisis y de una
importancia creciente de los estudios culturales
entre los académicos norteamericanos2.
En 1897 se había producido un cambio de suma importancia teórica en el pensamiento
de Freud, quien abandona la teoría
realista del trauma de seducción (etiología
traumática de las neurosis) para sostener que
algunos acontecimientos adquieren valor
patógeno para un sujeto neurótico a causa
de la interposición de una fantasía. Los
investigadores han fechado este giro teórico
teniendo en cuenta la carta 69 de Freud a
Fliess 3, en la cual admite la necesidad de
rectificar su teoría general de las neurosis: “Ya
no creo en mi neurótica”, escribe. En los años
1970-1980 la ortodoxia psicoanalítica había
transformado la frase en un dogma: el de la
oposición excluyente entre trauma y fantasía.
Vale decir, si hubo acontecimiento traumático
no se trataba de fantasía y, a la inversa, si era
una fantasía no había habido nada traumático
(García, p. 7)4. En esos años hubo fuertes
debates alrededor del estatuto de la realidad
del trauma. Jeffrey Masson, director de los
Archivos Sigmund Freud de Nueva York
(1980-1981), fue uno de los protagonistas.
Masson5 criticó las modificaciones que
Freud introdujo en la teoría de la seducción.
Sostenía que al desplazar el acento puesto en
la crueldad del mundo exterior al escenario
interior, Freud había iniciado una tendencia
que conducía los problemas fuera del mundo
real. Masson alertaba, equivocadamente o no,
sobre el rechazo de los psicoanalistas de la
realidad de lo traumático frente a temas como
Auschwitz y el abuso infantil.
A comienzos de 1980 se intensificaron
progresivamente los discursos de la memoria,
especialmente en Europa y Estados Unidos,
impulsados por un debate cada vez más amplio
sobre el Holocausto. La tesis del historiador
Andreas Huyssen6 es que la globalización de
esta tendencia terminó estatuyéndolo como
“tropos universal del trauma histórico”.
En ese contexto, una comprensión
dogmática de la noción de realidad
psíquica ponía en duda la veracidad de los
testimonios de los sobrevivientes, mientras
que teorías como las de Masson, o nociones
como las de estrés postraumático –donde
el criterio necesario es el que afirma laexistencia del acontecimiento traumático–,
los confirmaba.
Llegados a este punto, se puede conjeturar
que el progresivo distanciamiento de la
Internacional psicoanalítica de la enseñanza
de Lacan desempeñó cierto rol en el
desconocimiento de sus tempranos intentos
por superar la inveterada tendencia de la
ortodoxia a la idealización y el rechazo de lo
real. Ya en 1953, en “Función y campo…”7
Lacan trasponía la dicotomía interiorexterior sirviéndose de figuras y metáforas
tomadas de la topología, lo que fue sintetizado
en el aforismo “el inconsciente del sujeto es el
discurso del otro”.
Trauma de los orígenes,
orígenes del trauma
Ruth Leys8 afirma que existe una polaridad
inescapable para los teóricos del trauma: por
un lado, el trauma se entiende como causa
de identificaciones, y por el otro, como
exterioridad absoluta. Leys reconduce esta
alternancia al origen de la noción de trauma
psíquico en el contexto de la práctica de la
hipnosis. El hecho de que el hipnotizado,
tal como mostraba Charcot al desencadenar
crisis histéricas, tenga una marcada tendencia
a la mímesis, a imitar o repetir cualquier
cosa que se le indique que diga o que haga,
provee los fundamentos de un modelo de
experiencia traumática donde “el sujeto es el
otro” (Leys, p. 8-9). Pero desde el comienzo
de las teorizaciones, continúa Leys (p. 9-10),
también se puede reconocer una tendencia
contraria, de rechazo de la mímesis, que
valoriza la idea del trauma como amenaza a
la autonomía y la responsabilidad individual,
que restablece una dicotomía estricta entre un
sujeto autónomo y el trauma externo.
Si bien ambos polos pueden reconocerse en
Freud, no sería forzado decir -aunque esta
ya no es estrictamente la tesis de Leys- que
el primero, el que marca la perspectiva de la
identificación, primó en los trabajos de los
psicoanalistas; mientras que el segundo,
el de la perspectiva del trauma como un evento exterior que atraviesa a una víctima
pasiva, rigió los trabajos de teóricos de
orientación neurobiológica9.
En “Función y campo…” Lacan se ocupa
precisamente de esto: los orígenes del
psicoanálisis en su relación con la noción de
trauma, identificación e hipnosis a propósito de
la “talking cure” de Anna O. Comprometido con
la orientación hacia el lenguaje del pensamiento
filosófico del siglo XX10, subraya que la cura
de la enferma se debía más a la “verbalización”
de sus historias (stories), contadas en estado de
trance hipnótico, que a una supuesta “toma de
conciencia” (Lacan, p. 244).
Además, ¿qué podría recordar de la escena
misma de la hipnosis? Seguramente
no recuerda al hipnotizador, quien, sin
embargo, la posee, es decir, con quien se
identifica. Pocas páginas separan estos
párrafos de su afirmación fundamental:
“el inconsciente del sujeto es el discurso
del otro” (p. 254).
Ahora bien, estas líneas no sólo refieren a los
orígenes del psicoanálisis. También implican
una idea germinal del surgimiento del sujeto
por efecto creador, traumático, del lenguaje
(idea que desembocará en las de troumatisme
y parlêtre)11. Lacan (p. 245) escribe que la
verbalización hace pasar al decir “el epos en el
que se refiere en la hora presente los orígenes
de su persona”. Y a continuación compara la
significación de la rememoración hipnótica
con la de la vigilia: la primera es del orden
de la actuación de un drama de los orígenes;
en la segunda, el drama de los encuentros
(traumáticos) originarios, más que actuado
está simbolizado. “Es decir que de suponer
otros encuentros desde uno cualquiera de
esos momentos que han sido, habría nacido
de ello otro ente que le haría haber sido de
manera totalmente diferente” (Lacan, 245).
En suma: identifica los orígenes del trauma
con un trauma de los orígenes.
Alrededor de 1897 Freud había observado que
sus pacientes algunas veces fabulaban lo que
decían recordar, otras evocaban los hechoscon nitidez, y otras mezclaban realidad y fantasía. En 1953 Lacan resignifica esto como
la “ambigüedad de la revelación histórica del
pasado” que “no proviene tanto del titubeo
de su contenido entre lo imaginario y lo
real, pues se sitúa en lo uno y en lo otro. No
es tampoco que sea embustera…” sino que
“nos presenta el nacimiento de la verdad en
la palabra, y que por eso tropezamos con
la realidad de lo que no es ni verdadero
ni falso” (Lacan, p. 245). Esta conclusión
de inspiración heideggeriana se aleja de
Freud. Pocos años más tarde la sintetizará
formulando que “la verdad tiene una
estructura de ficción”.
La cuestión de la emergencia de la verdad
en el testimonio, responde entonces a
una lógica que no puede ser reducida al
problema de la exactitud del recuerdo de
un espectador distante de la experiencia.
Tampoco a su absoluta falsedad. Se trata
menos de recordar, como lo expresaba en
su seminario de esa misma época, que de
reescribir la historia.
1. El Pipol 7 “¡Víctima !” es el Tercer Congreso Europeo de
Psicoanálisis. Se realizará en Bruselas en julio de 2015. Puede
visitarse en http://www.europsychoanalysis.eu/site/page/es
2. Los estudios culturales, oriundos de las universidades
angloparlantes, discuten y se entrelazan con el psicoanálisis
permanentemente. Un ejemplo reciente es la publicación de Culture/
Clinic 1. Applied Lacanian Psychoanalysis (2013), editada por Jacques-Alain
Miller y Maire Jaanus a través de University of Minnesota Press.
3. Freud S. (2006) [1950]. Fragmentos de la correspondencia con Fliess
(1892-99). En Obras completas. Vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu.
4. García G. (2005). Actualidad del trauma. Buenos Aires: Grama.
5. Masson J. (1985). El asalto a la verdad. Barcelona: Seix Barral.
6. Huyssen A. (2001). En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de la
globalización. México-Argentina: Fondo de Cultura Económica.
7. Lacan J. (1987) [1953]. “Función y campo de la palabra y del lenguaje
en psicoanálisis”. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI editores.
8. Leys es profesora de humanidades en la Johns Hopkins University.
En 2000 publica Trauma. A Genealogy. Chicago-Londres: University
of Chicago Press. Su trabajo se opone al de aquellos especialistas
en estudios culturales que en las últimas dos décadas del siglo XX
sostuvieron que Freud estaba equivocado.
9. Leys (p. 266-269) demuestra cómo ciertos estudios literarios
posmodernos concuerdan con la visión neurobiológica. Es el caso de
C.Caruth, que incorpora en su trabajo las tesis del psiquiatra B. van
der Kolk sobre un registro literal del trauma.
10. No escribo “giro lingüístico” porque, como vemos, en la preeminencia
de las investigaciones sobre el lenguaje y el hablar, es necesario incluir el
trabajo de Heidegger que Lacan tiene tan en cuenta en esos años.
11. Aquí sólo puedo indicar sin desarrollar que, de las primeras ideas
de Freud a las últimas de Lacan, se produce un desplazamiento de
lo que situado en los orígenes del sujeto se considera traumático.
Este desplazamiento consistiría en el pasaje del trauma de seducción
-donde el goce sexual está representado- al trauma de lalengua -donde
lo que se representa como goce (si es que todavía se puede hablar de
representación) es algo más opaco-.
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