sábado, 11 de julio de 2020

Trauma: la realidad de lo que no es ni verdadero ni falso por Elena Levy Yeyati

Introducción 
La desconexión de la noción de estrés postraumático de la teoría freudiana de las neurosis privó, a la idea de trauma, del andamiaje necesario para pensarlo como herramienta clínicamente útil. El criterio causal (acontecimiento traumático) introducido a partir del DSM-III fue correlativo de tendencias que retomaban un empleo abusivo del término “trauma” y un modo simplista de concebir la alienación. Para arribar a esos resultados, además de las luchas en el seno de la American Psychiatric Association (APA), debemos reconocer la existencia de razones histórico-políticas más amplias. La base histórica que la concepción de Freud había tenido en cuenta para las elucidaciones surgidas a partir de las llamadas neurosis traumáticas, por ejemplo, fue cuantitativa y cualitativamente menor que la considerada con posterioridad; el Holocausto es un ejemplo decisivo. Para la creación del trastorno postraumático se reunió una casuística sumamente diversa, procedente de víctimas del Holocausto, de Hiroshima, de desastres civiles, de abuso infantil y de ex combatientes de la guerra de Vietnam. En la actualidad, la expansión del campo comprendido por lo traumático desborda la clínica del caso y responde a cuestiones histórico-sociales que, en sus modos extremos, “llegan a la exaltación o al populismo y evocan la tendencia imaginaria de la ¡Víctima!”, según sostiene el argumento de Pipol 71. Un empleo indiscriminado, abusivo y generalizado de los términos “traumas”, “víctimas” y “sobrevivientes” exige volver a pensar la historia conceptual para orientar nuestras interpretaciones presentes. 

“Ya no creo en mi neurótica”: malentendidos clínicos y políticos 
A comienzos de los años 80, especialmente en Estados Unidos, se producen investigaciones que a la vez que reivindican la noción de trauma, rechazan el contexto doctrinal de Freud. El momento en que la noción de trauma se separa del campo psicoanalítico y se asocia con el estrés postraumático en el DSM forma parte de una etapa de transferencia negativa hacia el psicoanálisis y de una importancia creciente de los estudios culturales entre los académicos norteamericanos2. En 1897 se había producido un cambio de suma importancia teórica en el pensamiento de Freud, quien abandona la teoría realista del trauma de seducción (etiología traumática de las neurosis) para sostener que algunos acontecimientos adquieren valor patógeno para un sujeto neurótico a causa de la interposición de una fantasía. Los investigadores han fechado este giro teórico teniendo en cuenta la carta 69 de Freud a Fliess 3, en la cual admite la necesidad de rectificar su teoría general de las neurosis: “Ya no creo en mi neurótica”, escribe. En los años 1970-1980 la ortodoxia psicoanalítica había transformado la frase en un dogma: el de la oposición excluyente entre trauma y fantasía. Vale decir, si hubo acontecimiento traumático no se trataba de fantasía y, a la inversa, si era una fantasía no había habido nada traumático (García, p. 7)4. En esos años hubo fuertes debates alrededor del estatuto de la realidad del trauma. Jeffrey Masson, director de los Archivos Sigmund Freud de Nueva York (1980-1981), fue uno de los protagonistas. Masson5 criticó las modificaciones que Freud introdujo en la teoría de la seducción. Sostenía que al desplazar el acento puesto en la crueldad del mundo exterior al escenario interior, Freud había iniciado una tendencia que conducía los problemas fuera del mundo real. Masson alertaba, equivocadamente o no, sobre el rechazo de los psicoanalistas de la realidad de lo traumático frente a temas como Auschwitz y el abuso infantil. A comienzos de 1980 se intensificaron progresivamente los discursos de la memoria, especialmente en Europa y Estados Unidos, impulsados por un debate cada vez más amplio sobre el Holocausto. La tesis del historiador Andreas Huyssen6 es que la globalización de esta tendencia terminó estatuyéndolo como “tropos universal del trauma histórico”. 
En ese contexto, una comprensión dogmática de la noción de realidad psíquica ponía en duda la veracidad de los testimonios de los sobrevivientes, mientras que teorías como las de Masson, o nociones como las de estrés postraumático –donde el criterio necesario es el que afirma laexistencia del acontecimiento traumático–, los confirmaba. Llegados a este punto, se puede conjeturar que el progresivo distanciamiento de la Internacional psicoanalítica de la enseñanza de Lacan desempeñó cierto rol en el desconocimiento de sus tempranos intentos por superar la inveterada tendencia de la ortodoxia a la idealización y el rechazo de lo real. Ya en 1953, en “Función y campo…”7 Lacan trasponía la dicotomía interiorexterior sirviéndose de figuras y metáforas tomadas de la topología, lo que fue sintetizado en el aforismo “el inconsciente del sujeto es el discurso del otro”. 

Trauma de los orígenes, orígenes del trauma 
Ruth Leys8 afirma que existe una polaridad inescapable para los teóricos del trauma: por un lado, el trauma se entiende como causa de identificaciones, y por el otro, como exterioridad absoluta. Leys reconduce esta alternancia al origen de la noción de trauma psíquico en el contexto de la práctica de la hipnosis. El hecho de que el hipnotizado, tal como mostraba Charcot al desencadenar crisis histéricas, tenga una marcada tendencia a la mímesis, a imitar o repetir cualquier cosa que se le indique que diga o que haga, provee los fundamentos de un modelo de experiencia traumática donde “el sujeto es el otro” (Leys, p. 8-9). Pero desde el comienzo de las teorizaciones, continúa Leys (p. 9-10), también se puede reconocer una tendencia contraria, de rechazo de la mímesis, que valoriza la idea del trauma como amenaza a la autonomía y la responsabilidad individual, que restablece una dicotomía estricta entre un sujeto autónomo y el trauma externo. Si bien ambos polos pueden reconocerse en Freud, no sería forzado decir -aunque esta ya no es estrictamente la tesis de Leys- que el primero, el que marca la perspectiva de la identificación, primó en los trabajos de los psicoanalistas; mientras que el segundo, el de la perspectiva del trauma como un evento exterior que atraviesa a una víctima pasiva, rigió los trabajos de teóricos de orientación neurobiológica9. En “Función y campo…” Lacan se ocupa precisamente de esto: los orígenes del psicoanálisis en su relación con la noción de trauma, identificación e hipnosis a propósito de la “talking cure” de Anna O. Comprometido con la orientación hacia el lenguaje del pensamiento filosófico del siglo XX10, subraya que la cura de la enferma se debía más a la “verbalización” de sus historias (stories), contadas en estado de trance hipnótico, que a una supuesta “toma de conciencia” (Lacan, p. 244). 
Además, ¿qué podría recordar de la escena misma de la hipnosis? Seguramente no recuerda al hipnotizador, quien, sin embargo, la posee, es decir, con quien se identifica. Pocas páginas separan estos párrafos de su afirmación fundamental: “el inconsciente del sujeto es el discurso del otro” (p. 254). 
Ahora bien, estas líneas no sólo refieren a los orígenes del psicoanálisis. También implican una idea germinal del surgimiento del sujeto por efecto creador, traumático, del lenguaje (idea que desembocará en las de troumatisme y parlêtre)11. Lacan (p. 245) escribe que la verbalización hace pasar al decir “el epos en el que se refiere en la hora presente los orígenes de su persona”. Y a continuación compara la significación de la rememoración hipnótica con la de la vigilia: la primera es del orden de la actuación de un drama de los orígenes; en la segunda, el drama de los encuentros (traumáticos) originarios, más que actuado está simbolizado. “Es decir que de suponer otros encuentros desde uno cualquiera de esos momentos que han sido, habría nacido de ello otro ente que le haría haber sido de manera totalmente diferente” (Lacan, 245). En suma: identifica los orígenes del trauma con un trauma de los orígenes. Alrededor de 1897 Freud había observado que sus pacientes algunas veces fabulaban lo que decían recordar, otras evocaban los hechoscon nitidez, y otras mezclaban realidad y fantasía. En 1953 Lacan resignifica esto como la “ambigüedad de la revelación histórica del pasado” que “no proviene tanto del titubeo de su contenido entre lo imaginario y lo real, pues se sitúa en lo uno y en lo otro. No es tampoco que sea embustera…” sino que “nos presenta el nacimiento de la verdad en la palabra, y que por eso tropezamos con la realidad de lo que no es ni verdadero ni falso” (Lacan, p. 245). Esta conclusión de inspiración heideggeriana se aleja de Freud. Pocos años más tarde la sintetizará formulando que “la verdad tiene una estructura de ficción”. La cuestión de la emergencia de la verdad en el testimonio, responde entonces a una lógica que no puede ser reducida al problema de la exactitud del recuerdo de un espectador distante de la experiencia. Tampoco a su absoluta falsedad. Se trata menos de recordar, como lo expresaba en su seminario de esa misma época, que de reescribir la historia. 
1. El Pipol 7 “¡Víctima !” es el Tercer Congreso Europeo de Psicoanálisis. Se realizará en Bruselas en julio de 2015. Puede visitarse en http://www.europsychoanalysis.eu/site/page/es 
2. Los estudios culturales, oriundos de las universidades angloparlantes, discuten y se entrelazan con el psicoanálisis permanentemente. Un ejemplo reciente es la publicación de Culture/ Clinic 1. Applied Lacanian Psychoanalysis (2013), editada por Jacques-Alain Miller y Maire Jaanus a través de University of Minnesota Press. 
3. Freud S. (2006) [1950]. Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1892-99). En Obras completas. Vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu. 
4. García G. (2005). Actualidad del trauma. Buenos Aires: Grama. 
5. Masson J. (1985). El asalto a la verdad. Barcelona: Seix Barral. 
6. Huyssen A. (2001). En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de la globalización. México-Argentina: Fondo de Cultura Económica. 
7. Lacan J. (1987) [1953]. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI editores. 
8. Leys es profesora de humanidades en la Johns Hopkins University. En 2000 publica Trauma. A Genealogy. Chicago-Londres: University of Chicago Press. Su trabajo se opone al de aquellos especialistas en estudios culturales que en las últimas dos décadas del siglo XX sostuvieron que Freud estaba equivocado. 
9. Leys (p. 266-269) demuestra cómo ciertos estudios literarios posmodernos concuerdan con la visión neurobiológica. Es el caso de C.Caruth, que incorpora en su trabajo las tesis del psiquiatra B. van der Kolk sobre un registro literal del trauma. 
10. No escribo “giro lingüístico” porque, como vemos, en la preeminencia de las investigaciones sobre el lenguaje y el hablar, es necesario incluir el trabajo de Heidegger que Lacan tiene tan en cuenta en esos años. 
11. Aquí sólo puedo indicar sin desarrollar que, de las primeras ideas de Freud a las últimas de Lacan, se produce un desplazamiento de lo que situado en los orígenes del sujeto se considera traumático. Este desplazamiento consistiría en el pasaje del trauma de seducción -donde el goce sexual está representado- al trauma de lalengua -donde lo que se representa como goce (si es que todavía se puede hablar de representación) es algo más opaco-. 

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